EL CAMBIO


EL CAMBIO

No puedo evitar poner de manifiesto mi perplejidad al contemplar los movimientos habidos recientemente en el Partido Socialista de nuestro país. Como todo el mundo sabe, se trata de unas elecciones internas para elegir a su jefe supremo “Líder del partido” le llaman.

Como era preciso, por lo habitual en tales circunstancias, a esta elección precedió una campaña en que, cada aspirante, debía exponer a los electores sus mejores propósitos y proyectos para el desempeño del aspirado trascendente cometido. Hubo propuestas más o menos coincidentes, más o menos personales y divergentes pero ¡Ojo!; había un tema común, principal, causal: EL CAMBIO. Era el objetivo que, incluso motivaba, todo este movimiento.

Aquí es donde surge mi gran asombro. ¿Cambio? Cambio ¿de qué? ¿Pues no habíamos defendido hasta ayer con toda convicción y entusiasmo que el Partido Socialista era incólume, intachable, perfecto? ¿No fue el Sr. Zapatero el que dejó a España en la gloria, creador del tan añorado y malogrado bienestar? ¿No era el Sr. Rubalcaba el mejor político de todos los tiempos? No puedo imaginar a toda esa legión de políticos y “opinadores” serviles, contradiciéndose por todos los medios de comunicación, de las aseveraciones vertidas hasta hace unos días en la defensa a capa y espada de las magnificencias del partido y sus regentes.

Pero, además de esta perplejidad, surge también en mí una duda que no acierto a discernir. Dando por admitida esa premisa de “El cambio” ¿En qué consiste ese cambio?. Entendido ese brusco quiebro, de la exaltación al rechazo, por parte de los aspirantes a la regeneración del partido, sobre qué y sobre quién se van a realizar estos cambios. ¿en quién vamos a depositar la gran misión de regenerar lo actual? ¿en el líder electo? No me cuadra Porque, de momento, al día siguiente de su proclamación, el nuevo líder ya nos aparece flirteando de forma bien aparente (políticamente, claro) con quien, según Raúl del Pozo es “su protectora de Triana”, la defensora a ultranza; cómplice imprescindible en los chanchullos –y heredera en cargos y conductas sospechosas- de los dos individuos que, sin duda, más han perjudicado al prestigio del partido.

A nadie escapa, y creo que a ellos tampoco, que la solución de la mayoría de los partidos políticos españoles no radica en un mero cambio de líder, sino en una reconversión total que extirpe, no solo a los múltiples manifiestos corruptos, sino también, a quienes han sido testigos tolerantes o ciegos – y a veces defensores contra lo evidente- ante tanta indignidad.

Se dice del nuevo líder, en tono laudatorio, que es dialogante, agradable, sonriente…, cuando lo que la necesidad impone es dureza, serenidad, imperturbabilidad, MANO DE HIERRO, para afrontar la regeneración imprescindible. De la sonrisa y la tolerancia tenemos malos recuerdos que nos trasladan a la época en que, la memorable Pajín, nos convocaba a la fiesta celestial del supremo gobernante, llamado Zapatero, que sería hito en la historia de todos los mundos. Esperemos que la sonrisa del pupilo del insigne Pepiño, encubra algo más de personalidad, inteligencia y sensatez que el Sr. ZP, librándonos al menos de tanta gilipollez y, como decía el cuento, “Dejemos si te parece la cuestión (dígase regeneración) para mañana”.(Para otra ocasión)

 

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